La irrupción de Lavín en Recoleta, una comuna donde el Partido Republicano llevaba meses echando raíces y así poder acceder a algún espacio municipal, es otra manifestación del grado de desorden que reina en la derecha en la previa de las elecciones a alcaldes y gobernadores. Este desorden puede terminar costando muy caro pese a contar con figuras de alta adhesión pública como la alcaldesa Matthei y tener en las encuestas recientes el gobierno un mayor rechazo que su aprobación. Si bien la primera tendencia de los electores puede ser votar por la oposición, la falta de unidad y de especial de un relato de gobernabilidad puede terminar cambiando las cosas.

Esta advertencia la hace el profesor Max Colodro en una columna de este domingo, pero cada noticia que aparece, como la irrupción de Lavín hace aún el panorama más enredado. El tour por varias comunas de Sebastián Sichel, el ganador de las primarias de Chile Vamos, y después abandonado por la misma coalición que corrió a apoyar a Kast, muestra que en la oposición priman los proyectos personales, y no un relato que les permita prepararse para asumir el gobierno que viene. El caso de Marcela Cubillos, que pese a las advertencias hechas desde la UDI, simplemente irrumpió y se instaló en Las Condes, es otro elemento para pensar que hay mucho llanero solitario y poco relativo colectivo.

A ello se suma la serie de candidatos que se presentaron y retiraron en la comuna de Santiago, una plaza siempre emblemática, y más ahora después de la gestión de la alcaldesa comunista Irací Hassler. Al parecer, pese a la prolongada campaña de desprestigio en su contra, que incluyó armar el llamado Caso Sierra Bella que no tiene ningún sustento jurídico, no hay en la oposición muchos deseos de plantearle una candidatura competitiva. Quizá los números no son tan auspiciosos y varios prefieren zonas más seguras para combatir al comunismo, como lo hizo Jorge Alessandri que optó por Lo Barnechea para dar esa batalla.

Esta serie de oscilaciones y la falta de un gran acuerdo de la oposición, podría implicar una serie de luchas fratricidas que pueden terminar favoreciendo a los candidatos locales, pues en la elección de alcaldes sale elegido el más votado, sin segunda vuelta, a diferencia de gobernadores. Conservar el espacio municipal para los procesos que vienen puede ser un enorme respiro para el oficialismo, y la tranquilidad que se enfrentarán a una contienda presidencial competitiva y no a una paliza de Evelyn Matthei que algún que otro vaticina.

En estos momentos los sentimientos de las personas, que están muy marcados por el temor, buscan liderazgos que entreguen certezas y esperanzas hacia el futuro, y una coalición que no logra ponerse de acuerdo y que se enfrentará en las municipales, genera el efecto contrario. Pese a la evidente ventaja que tiene la derecha ante las demandas de seguridad, respeto al orden, crecimiento y tranquilidad, debiera entonces ordenarse rápidamente para las elecciones municipales.

Eso pasa por construir un acuerdo de algún tipo con los Republicanos, y ver qué hacer con los nacientes movimientos a la derecha de Kast, como el grupo socialcristiano. Y, por cierto, ordenar internamente dentro de Chile Vamos y tener un candidato claro por cada comuna donde no hay primarias, arropado de toda la institucionalidad opositora. A manera de ejemplo, en la actual irrupción de Sichel en Ñuñoa, se vio más el conocido entusiasmo del exministro y no a los partidos de Chile Vamos apoyándolo.