Resulta curioso que la derecha, pese a todo el aire que tiene a favor, cometa error tras error. El tema más importante en la agenda es la seguridad ciudadana, donde al gobierno le ha costado hilvanar un relato, y los matinales están llenos de figuras de la derecha que le han machacado al gobierno actual una supuesta permisividad con los delincuentes. También las propias palabras del oficialismo en su tiempo, que mostraban ansias de reformar a las policías, es un buen catalizador a favor de la oposición.

Para seguir contando puntos a favor, tiene dos candidaturas bien posicionadas que le permite una amplia ventaja para segunda vuelta. En contraste, las figuras más ligadas al gobierno actual no llegan a los dos dígitos en intención de voto presidencial. También han ganado dos de las tres elecciones que han ocurrido durante este gobierno. Los costos asociados a la derrota en el plebiscito del 17 de diciembre lograron ocultarlos bajo la alfombra y a nadie se les ha ocurrido adjudicarle los adjetivos que suelen llevar los miembros de la convención. Luis Silva no se convirtió en el nuevo Stingo, y ha pasado a un olvido conveniente.

Un último elemento favorable a la derecha es la aritmética electoral. En las elecciones municipales pasadas por efecto de haberse juntado con el proceso constitucional, los resultados fueron los más bajos de la historia de Chile para la derecha. Así logró ganar solo un gobernador y menos del tercio de los alcaldes. Por ello, cualquier número que obtenga puede ser presentado esa noche como un triunfo, aunque se base en la comparación con una elección que fue claramente anómala.

¿Qué ocurre entonces? Una primera hipótesis es la falta del presidente Piñera. Su trágica partida ha dejado un vacío en temas de liderazgo que no ha sido posible suplir. Ese punto es delicado para la candidata Matthei pues implica que no tiene la capacidad de ordenar a su sector, como están insinuando algunos en RN y, por cierto, el alcalde Carter. Una segunda posibilidad, no contradictoria con la anterior, es el fenómeno de la maldición del ganador. El hecho que se vean instalados en La Moneda, hace que las principales figuras prefieran competir por presencia en la opinión pública, en vez de ir a hacer el servicio militar como ocurría en la antigua UDI de los coroneles.

La crisis de la derecha puede terminar en un colapso en las elecciones municipales. Los republicanos no se ven con deseos de ceder y se ven tentados a presentar candidaturas en todas las gobernaciones y en varias alcaldías, donde el oficialismo va a la reelección. La única manera de evitar esa situación es un acuerdo que implique omisiones en varias regiones y municipios, de tal manera de asegurarle un espacio en gobiernos regionales y municipales al partido de José Antonio Kast. El problema que tiene eso es que un triunfo en ese espacio potencia al ex diputado y, por tanto, lo vuelve más competitivo frente a Matthei. Pero la competencia total mostrará a una oposición dividida, incapaz de ofrecer un proyecto al país, y en especial permite al oficialismo mantener la ventaja que ganó en la elección anterior.

Ese dilema debe ser resuelto pronto. Una potencial cumbre de presidenciables puede ser un camino que permita calmar a las huestes, construir un acuerdo que elimine las dudas sobre la gobernabilidad y presentar candidatos de unidad a lo largo del país. Pero pareciera que por ahora el ánimo está en las pequeñas triquiñuelas políticas, en vez de la meta final.

Por Carlos Correa Bau, ingeniero civil industrial, MBA.